23 June 2017 – Levante – EMV

La Fundación Bancaja expone 58 dibujos del artista irlandés, que proceden de la colección que regaló a su amigo y periodista Cristiano Lovatelli – La muestra llega del Círculo de Bellas Artes de Madrid en el 25 aniversario de la muerte del pintor

Las figuras de los papas, a semejanza del Inocencio X de Velázquez, son recurrentes en la obra del artista.

 

 

 

 

 

Durante años se creyó que el artista Francis Bacon (Dublín, 1909-Madrid, 1992) no dibujaba ni bocetos para sus cuadros ni dibujos con entidad propia. Sin embargo, desde su fallecimiento en 1992 en Madrid, varias evidencias han desmentido esa conclusión, y han dejado al descubierto que el artista, no solo dibujaba, sino que lo hacía prolíficamente y con maestría. Y para muestra la exposición que la Fundación Bancaja exhibe hasta el próximo 15 de octubre.

Bajo el título «Francis Bacon. La cuestión del dibujo», la entidad presenta una selección de 58 obras, que forma parte de la colección de más de 700 dibujos que Bacon regaló a su amigo y periodista Cristiano Lovatelli, firmados por el artista y fechados entre 1977 y 1992. Tras su reciente paso por el Círculo de Bellas Artes de Madrid, esta exposición -comisariada por el crítico de arte y profesor de Estética y Teoría de las Artes Fernando Castro- está integrada por 58 dibujos a lápiz, cera y collage sobre cuatro de los temas que obsesionaron a Bacon: el Papa Inocencio X de Velázquez, las crucifixiones, las figuras sentadas, y los retratos y autorretratos.

Durante la presentación de la muestra, ayer en la Fundación Bancaja, Castro destacó del artista irlandés, del que del que se cumple el 25 aniversario de su fallecimiento, «las obsesiones, la provocación y la melancolía», que traspasa a sus obras. Castro estuvo acompañado por el presidente de la Fundación Bancaja, Rafael Alcón; el presidente del Círculo de Bellas Artes de Madrid, Juan Miguel Hernández León; y el presidente de The Francis Bacon Collection, Umberto Guerini.
La compulsión de la repetición

Bacon consideraba el cuadro de Velázquez del Papa Inocencio X uno de los mejores del mundo y su compulsión de repetición con esa obra revela la potencia obsesiva que le dominó. El cuadro original le imponía tanto que ni quiso ir a verlo en la Galería Doria Pamphili de Roma por el miedo a ver la realidad.

Fascinado por los mataderos

Fascinado por los cuadros de mataderos y carne, no dejó de trenzar alusiones al Cristo de Cimabue, pero también al sadomasoquismo, combinando imágenes extremas como las del linchamiento público de Mussolini con alegorías del sufrimiento humano o alusiones a la belleza que encontraba paseando por una carnicería. La disposición de estas obras en la Fundación Bancaja los pone justo enfrente de las estampas de los pontífices, en un juego de cara a cara.

Rostros deshechos

Francis Bacon estaba interesado en la necesidad de analizar al individuo aunque el resultado sea «un completo accidente». El obstinado esfuerzo de este artista le lleva a deshacer el rostro. Aunque utilizaba modelos, principalmente amigos y amantes, su fuente principal para retratar eran las fotografías y el cine que dinamizaban su imaginario. Bacon fija su mirada en la boca y aborda una especie de presencia histérica, con la voluntad de distorsionar las figuras mucho más allá de la apariencia.

Tras la búsqueda de sí mismo

Cuando Bacon se retrata obsesivamente no lo hace para dejar su legado en la historia, sino para tratar de descubrirse a sí mismo, a pesar de sus crisis de identidad. Se tortura con la obsesión de su propia imagen, cuya identidad choca con el rechazo social. Por medio de brutales semejanzas y deformaciones fantásticas pretende descubrir el rostro del horror, el monstruo que en él habita.

 

Levante – EMV Begoña Jorques